miércoles, 28 de junio de 2017

Ricos y pobres en la Iglesia

Cristianos de ayer, cristianos de hoy

El cristianismo es una religión que ha conquistado a personas de todos los estratos sociales, desde gente culta y gente ignorante, desde personajes de gran influencia social como políticos, artistas y escritores, hasta los mortales de las clases más humildes. Así fue en la vida de las primeras comunidades cristianas y así sigue siendo hoy. Cristo Jesús sigue siendo el gran seductor de almas de toda clase y condición para crear la fraternidad.

Cuando el historiador Plinio el Joven rindió su informe al emperador Trajano sobre la vida de los cristianos en las comunidades de Asia Menor, le dijo que encontró fieles de todas las edades, desde jóvenes y ancianos, mujeres y hombres, esclavos y ciudadanos romanos. Señaló que aquellos cristianos eran muy numerosos y de diversa procedencia social.

Aunque la gente de condición humilde fue la primera en acoger el Evangelio, pronto los vestidos de lana de los esclavos se rozaban con los trajes de la gente noble del imperio. Ya desde el siglo II empezó a haber cristianos en la corte del emperador y en la guardia imperial. Nombres como el del cónsul Clemente y Domitila, su esposa; Carpóforo, Evelpisto y Apolonio mártir; miembros de la familia noble de los Pomponii fueron cristianos que trabajaron en la casa del César.

Lo maravilloso de aquel escenario del siglo II fue que todos aprendieron a reconocerse como hermanos. Mientras que la sociedad romana había levantado muros entre las clases sociales, los cristianos fueron aboliendo dichas defensas. Aquila y Priscila tenían una casa en Roma y otra en Éfeso para acoger a la iglesia local. Lo inexplicable para los paganos de la época fue que amos y esclavos, patricios y libertos, ricos y pobres, comenzaron a llamarse 'hermanos'.

Las familias cristianas acomodadas crearon fondos de ayuda para proveer a las necesidades de los hermanos. Había que sostener a los huérfanos y a las viudas de las comunidades. Había grandes diferencias entre los ricos y los pobres del imperio romano, pero la fraternidad cristiana hacía que, en las diversas comunidades, se buscara repartir en justo equilibrio. Describía san Justino: "Quienes están en la abundancia y quieren dar, dan libremente, cada cual lo que quiere, para asistir a los huérfanos, a la viudas, a los enfermos, a los pobres, a los prisioneros, a los huéspedes y a todos los que están necesitados".

Jesús de Nazaret vino a romper las barreras sociales. Pío y Calixto habían sido esclavos y llegaron a ser obispos de Roma. Imaginemos a las familias nobles de la época, como los Pomonii y los Caecilii recibiendo la bendición de un papa que llevaba en su cuerpo la marca de su viejo amo. Así era y así es la fuerza del Evangelio que conquista el corazón de los hombres y funde los estratos de la sociedad en una comunión de hermanos.

Hoy en la Iglesia -por supuesto en nuestra diócesis- también Jesús continúa derribando prejuicios clasistas y hace que nos tratemos con la dignidad de hermanos. En nuestra Iglesia diocesana existen personas inmensamente ricas que han construido parroquias completas y que han hecho obras de remodelación de instituciones católicas como el Seminario y la Casa del Migrante. Muchas mujeres que trabajan como empleadas domésticas son tratadas con amor y respeto por sus patrones.

Hay agrupaciones cristianas de hombres de negocios que aplican la Doctrina Social de la Iglesia en sus empresas, y ponen en práctica la responsabilidad social. Empresas y particulares aportan sus donativos para obras de caridad como el Centro de Ayuda para la Mujer o el Asilo de Ancianos Santa María. Los ejemplos son muy abundantes. Pero además los ricos reciben la bendición, la absolución y los consejos para su vida espiritual por parte de obispos y sacerdotes que, por lo general, vienen de clases pobres.

Cristo Jesús ha demostrado que el camino para construir una sociedad cada vez más justa es la fraternidad que proclama el Evangelio. El Señor nos ha enseñado a reconocer su presencia en cada hombre que sufre en el alma y en el cuerpo. "Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo" (Mt 25.40).

El camino para crear una sociedad cada vez más en armonía es la fraternidad cristiana: que los que tienen más, creen las oportunidades para que los pobres puedan tener mejores condiciones de vida. Otras recetas para crear justicia social no toman en cuenta el dato originario de que Dios nos hizo iguales en dignidad y en derechos, pero no en talentos y capacidades. Por ello siempre habrá quienes tengan más recursos y quienes tengan menos. 

La caridad es la llave para vivir en un auténtico progreso. Abolir las diferencias entre ricos y pobres a través de la lucha de clases es un camino que violenta la naturaleza humana, y cuyas consecuencias las vemos hoy en Venezuela.

martes, 27 de junio de 2017

La regla de oro

Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas (Mt 7,12)

Hace unas semanas un buen número de sacerdotes, junto con el obispo, acompañamos a un hermano sacerdote que sufrió vejaciones por parte de la policía, en su parroquia. Ese sacerdote agradeció públicamente nuestra visita, visiblemente emocionado y con lágrimas en los ojos.

"Traten a los demás como ustedes quieren que los hombres los traten a ustedes", es la regla de oro que Dios nos ha dejado. Si aprendemos, poco a poco, a mirar a los demás como una prolongación de nosotros mismos, iremos alegrándonos en sus alegrías y conmoviéndonos en sus tristezas.

Dios nos puso esa regla de oro porque nos creó por amor y para el amor. De hecho Dios es amor. Él sabe que cada ser humano tiene una profunda necesidad de amar y sentirse amado. Si vivo con la atención de comportarme con los demás como quiero que ellos se comporten conmigo, pronto se abrirán en mi vida espacios de paz y de luz, y la vida se convertirá en una red de relaciones en armonía.

Haz la prueba en tu matrimonio, en tu familia, con tus amigos y vecinos, con quienes comparten contigo tu espacio de trabajo. Empieza a tratar a todos como tú quieres ser tratado por ellos. Te sorprenderás de ver cómo la paz y la alegría llenarán tu vida.

No tengas miedo

El miedo domina nuestros días. Hay violencia en las calles, terrorismo en ciertos países, epidemias y enfermedades. Y para muchos existe el miedo a la muerte. ¿Cómo podemos vencer nuestros miedos?

Las personas creyentes en Dios son, según estudios que se han hecho, personas que suelen caminar por la vida con más confianza y seguridad. Hay una fuerza interior que los sostiene y los hace capaces de vencer toda clase de pruebas. Las personas que ponen su confianza en Dios se sienten como pájaros cuyo nido son las manos de un Padre amoroso que cuida sus vidas.

Si tienes miedo de que otras personas te juzguen y te critiquen, preocúpate mejor de lo que Dios piensa de ti; busca tener tu conciencia en paz y trata de agradar a Dios con tu conducta.

Si tienes miedo a los que matan el cuerpo, es decir, a la violencia en las calles, a los accidentes, a la enfermedad, a la vejez o a la muerte, no te concentres demasiado en estas cosas, y recuerda que tienes un alma inmortal que debes cultivar y embellecer. La amistad con Dios será tu seguridad.

Y si tienes miedo a que tu vida no valga porque no tienes dinero o porque has fracasado, recuerda que eres precioso a los ojos de Dios. Eres un hijo de Dios y eso es lo que verdaderamente importa.

lunes, 26 de junio de 2017

Veneno que hay que quitar

En nuestras relaciones interpersonales en el trabajo, en la vida social y a veces hasta en la familia, muchos solemos criticar a los demás. El vicio de la crítica termina por intoxicar las relaciones y hacer pesados los ambientes.

Es evidente que hay muchas situaciones que debe ser juzgadas todos los días. Dios nos dio la inteligencia para poder distinguir los actos buenos de los actos malos. Pero una cosa es decir "esto está bien o esto está mal" y otra es dañar la reputación de la otra persona. A veces lanzamos dardos envenenados que hieren, envenenan y dan muerte al hermano.

La clave para detenernos en nuestros juicios y críticas a las personas, es recordar siempre que el otro es un hermano. Y aunque no lo sea de sangre, es un hermano de la misma raza humana porque, en último término, todos somos hijos del mismo Padre, que es Dios.

Así como muchas veces nos detenemos y no hablamos mal de la propia familia, aprendamos a ver como un hermano al compañero de trabajo, al vecino, al amigo, al conocido... incluso al que nos hace daño. Y aunque no estés de acuerdo con lo que te hace, no le lances los dardos envenenados de la crítica porque, tarde o temprano, esos dardos terminarán hiriéndote a ti. Mejor habla con él de frente y encomiéndalo a Dios, que es el único que conoce nuestro interior y el único que nos puede juzgar.

jueves, 22 de junio de 2017

Una ley de la oración

Muchas personas en el mundo llevan una relación con Dios y hacen oración. Esto es algo buenísimo porque da sentido a la vida y paz al corazón. Sin embargo hay quienes se lamentan porque sienten que Dios no escucha su oración. ¿Cuál es el secreto para que la oración sea eficaz? El secreto es la alianza con Dios.

Si tú te comprometes a servir a Dios en la persona de los necesitados, Dios se comprometerá contigo para servirte en tus necesidades. Dios no escucha la oración de quien desprecia al pobre, porque Dios vive en el pobre. Yo puedo despreciar a alguien que pasa necesidad, y después puedo ir a Dios para pedir gracias para mi vida. Sí, puedo hacerlo, pero sin ser escuchado por Dios.

Un marido que pide la misericordia de Dios, debe ser afectuoso con su mujer y con sus hijos, y ha de respetarlos. Una esposa que pide favores a Dios debe ser dócil con su marido y cariñosa con sus hijos. Si obedecemos a Dios en su Palabra, tengamos la seguridad de que Dios trabajará para bien de nuestra vida.

Hoy muchos apelamos a la misericordia divina, pero en nuestra vida hemos dejado de ser misericordiosos con los hermanos. Si quieres que el Cielo venga a socorrerte y a perdonarte, empieza a dar tu mano a los pobres y a perdonar a tus hermanos, y pronto verás que Dios está de tu lado.

miércoles, 21 de junio de 2017

Confesionario sin absolución: estoy rodeada de ateos anticlericales

La pregunta: Hola padre, trataré de ser breve. En mi trabajo estoy rodeada de ateos y, peor aún, anticlericales y pro-gays. Todos ellos nacieron en familias católicas, pero por diversas razones se alejaron de la Iglesia. Sus comentarios a veces me irritan, me enojo muchísimo, me enciendo con facilidad y temo que, si les contesto, voy a explotar. Antes solía pedir por ellos, pero ahora tengo dudas sobre si debo seguir orando por ellos. ¿Debería ignorarlos? Gracias.

Padre Hayen: en el mundo actual, cada vez más globalizado, convivimos personas de todas las religiones, y también lo hacemos con personas que no tienen religión ni creen en Dios. En Occidente el número de ateos ha crecido, sin duda. Pero esto no debe asustarnos ni desanimarnos. Al contrario, hemos de dar gracias a Dios por ser no solamente creyentes, sino practicantes. Ello tiene muchas ventajas: se ha demostrado que las personas que viven su fe, son más felices que los no creyentes. Esto por la simple razón de que la vida sólo tiene sentido cuando se tiene la eternidad como trasfondo. Quien no tiene una visión religiosa y trascendente de la existencia, se queda atrapado en el fluir del tiempo, en el sinsentido del sufrimiento y en el absurdo de que con la muerte termine todo.

Los creyentes practicantes tienen, además, matrimonios y familias más sólidas y tienden menos a divorciarse. También se ha demostrado que los padres que asisten regularmente a su iglesia mantienen relaciones más positivas con sus hijos. La religión también tiene un efecto muy benéfico para no consumir drogas y alcohol, y evitar la violencia doméstica. Los cristianos militantes tienen menos probabilidades de caer en depresión y conservan mejor su salud sexual y física. Se ha comprobado que los jóvenes que practican su fe son proclives a esperar a tener relaciones sexuales hasta el matrimonio, lo que les previene de enfermedades de transmisión sexual y de embarazos no deseados.

Otros estudios indican que quienes practican su fe desarrollan mejores habilidades para relacionarse con los demás, así como para servir al prójimo. Realmente, querida hija, da gracias a Dios por ser creyente y practicante.

Pero dejemos claro que los católicos no nos acercamos a la fe para obtener todas estas ventajas, sino que ellas son las consecuencias personales y sociales de nuestro acercamiento a Dios. No nos acercamos a Dios para obtener estos beneficios humanos, como si fuésemos personas que sólo quieren sacar ventajas personales, sino que nos acercamos porque Dios merece que lo busquemos para adorarlo, escucharlo, obedecerlo y seguirlo. Basta la presencia de Dios en la vida de una persona para darle sentido a su vida y llenarla de alegría.

Trata de ser muy respetuosa de las creencias de los demás, aunque éstas nieguen la existencia de Dios, o aunque difieran de la fe católica. Acercarse al Señor no es fácil cuando se quiere vivir una vida de inmoralidad o haciendo lo que a uno le viene en gana. Muchas veces quienes niegan a Dios o atacan a la Iglesia Católica es porque no quieren renunciar a las malas pasiones y desórdenes de su vida.

No te envuelvas en discusiones estériles con quienes atacan a la Iglesia. Eso sólo te cansará. Exígeles respeto, eso sí, sobre todo si se ataca a la persona de Jesucristo. Recuérdales que la Iglesia es tu familia, algo sagrado para ti, y que así como tú no te metes con las familias de ellos, ellos no deben meterse con la tuya. Son reglas básicas de convivencia para poder vivir en paz. No dejes de orar por ellos, puesto que el cristiano está llamado a orar por quienes lo persiguen y calumnian, como dice el Señor en el Evangelio. Que Dios te ilumine y la Virgen Santa te haga sentir su amorosa presencia.

(Las confesiones con absolución se dan en las parroquias; aquí sólo consejos y sin revelar nombres. Puedes escribir, de manera breve, en un mensaje privado a mi cuenta de Facebook/Messenger : Eduardo Hayen Cuarón; o en Twitter: @padrehayen)

martes, 20 de junio de 2017

Los signos católicos no son idolátricos

Escuchaba, hace algunos días, a un hombre de una secta que, frente a la Catedral decía por altoparlantes, que el Vaticano tenía más dinero que Estados Unidos y la Unión Europea juntos. Sonreí. Luego recordé con tristeza que un amigo perdió la fe porque leyó un libro que afirmaba que el papa es masón y que la Santa Sede tiene fábricas de condones que distribuye por el mundo. Pensé también en tantos que se confunden porque vieron un programa en History Channel o en National Geographic sobre lo que la Iglesia oculta y cómo tergiversó el mensaje de Jesús a través de la historia.

Es increíble la cantidad de noticias e historias falsas que se dicen sobre la Iglesia y cómo tantas personas las creen. Como católicos debemos entender que, durante siglos, la Iglesia ha sido sujeto de falsas noticias. Nuestros enemigos se gozan contando falsas historias de las Cruzadas y no se diga de la Inquisición; hay quienes afirman que la Iglesia es enemiga de la ciencia cuando, en realidad, la ciencia nació con la Iglesia; o bien, la propaganda de que la Iglesia tenía prohibido a los laicos que leyeran la Sagrada Escritura, y tantas cosas falsas del proselitismo anticatólico.

He leído un excelente artículo de Allison Low -"Fake news, the paganization of the Church"- en el que desmiente la acusación de que la Iglesia Católica se convirtió en una iglesia pagana desde tiempos de Constantino. Yo personalmente me he encontrado con esta acusación que nos hacen algunos grupos evangélicos, que afirman que desde el siglo IV, con la conversión al cristianismo del emperador Constantino, y con la consecuente aceptación la Iglesia como una religión más del Imperio, la Iglesia Católica se volvió idólatra y blasfema.

Estos grupos anticatólicos no saben lo que dicen. Piensan que si la Iglesia adopta algunos signos de origen pagano, la Iglesia se está corrompiendo. Sin embargo Low afirma que Dios, a través de la Iglesia, ha transformado lo profano convirtiéndolo en cristiano. El resultado es la cristianización del paganismo y no la paganización del cristianismo. A muchos hermanos separados de la Iglesia les cuesta creer que Dios utilizó la lengua griega -idioma del paganismo- para escribir el Nuevo Testamento. Sin embargo Jesucristo, cuando tomó carne humana, utilizó materiales como el lodo y la saliva como instrumentos para curar a los enfermos.

También Dios utilizó un instrumento pagano de tortura -la cruz- para redimir a la humanidad. Imitando a su Maestro, los cristianos transformaron los símbolos paganos, como el pez, el árbol de Navidad y el anillo de matrimonio, como signos que apuntan a Dios, señala Low. La Iglesia transformó muchos templos paganos de Roma en templos católicos, no para apoyar creencias paganas, sino para que fueran signos de piedra que proclama la victoria final de Jesucristo en el mundo.

El obelisco de la Plaza de San Pedro, en Ciudad del Vaticano, dejó de ser el símbolo pagano del dios sol adorado por los egipcios, para convertirse en un signo de victoria del cristianismo sobre el paganismo. De hecho el obelisco, que fue testigo silencioso del martirio de numerosos cristianos en el circo de Nerón en el año 64, hoy se yergue en la plaza vaticana con una cruz en su cúspide, que contiene reliquias de la verdadera Cruz de Cristo, y un letrero que dice: Christus vincit, Christus regnat, Christus imperat. Christus ab omni malo plebem suam defendat. (Cristo vence, Cristo reina, Cristo manda. Defienda Cristo a su pueblo de todo mal).

Cosas que eran familiares a los pueblos paganos fueron utilizados por los cristianos para anunciar el Evangelio. San Pablo utilizó el altar al 'Dios desconocido' en Atenas para hablar de Jesucristo, como verdadero Dios, a los paganos. La corona de oro o la guirnalda eran signos paganos para coronar a los atletas en los juegos olímpicos y Pablo, toma estos signos para darles un significado nuevo: aquellos que perseveren como discípulos de Cristo hasta el final recibirán una corona que no se marchita (1Cor 9,25). Del mismo modo el apóstol de los gentiles citó a poetas del paganismo, en más de una ocasión, para comunicar verdades divinas (Tito 1,12: Hch 17,28; 1Cor 15,33).

Conozco cristianos que no celebran la Navidad porque la fecha del 25 de diciembre no aparece en la Biblia; otros se niegan a utilizar el signo de la cruz porque dicen que con ese instrumento mataron a Jesús; la mayoría de no católicos rechaza las imágenes sagradas por considerarlas idolátricas. Todo ello no es sino un reflejo de la obesa ignorancia que muchos grupos cristianos tienen de la historia de su propia religión, y es cerrarse a reconocer que las realidades de este mundo pueden ser encauzadas para llevarnos al encuentro con Dios.

Nuestros hermanos protestantes han querido regresar a vivir un cristianismo simple y sencillo, según ellos, al estilo de las primeras comunidades cristianas, fundamentado sólo en la Biblia. Si conocieran el estilo de vida de los primeros cristianos se maravillarían de la organización de la Iglesia, y de cómo ésta se abrió al diálogo con el paganismo para que sus realidades fueran motivo para encontrarse con el Señor.

jueves, 15 de junio de 2017

Confesionario sin absolución: mis alumnos del catecismo frecuentan los antros

La pregunta: Padre tengo un conflicto muy grande con los muchachos que acompaño en un grupo de mi parroquia. Nos juntamos los lunes a estudiar el catecismo, y a ellos les gusta mucho salir a los antros. Yo pienso que esto no es una práctica cristiana, pero ellos me piden más fundamentos, no me creen cuando les explico lo incorrecto de ir a estos lugares. ¿Podría ayudarme, padre? ¿cuál es exactamente nuestra postura de ir a antros?

Padre Hayen: Creo que tenemos que hacer una distinción entre antros y antros. En la categoría 'antro' podemos meter a los clubes nocturnos, discotecas, bares y 'table dances'. En estos lugares los clientes suelen bailar, comparten con amigos y consumen bebidas alcohólicas. Hay lugares donde la gente va tranquilamente a encontrarse para conversar; yo no veo que pueda ser nocivo el distraerse sanamente cuando se tiene control en la manera de beber -siendo, por supuesto, mayores de edad-, al visitar lugares de atmósfera agradable donde se pueden encontrar a los amigos. Subrayo la palabra 'agradable', porque una gran cantidad de antros son de ambiente sombrío y depresivo. Si se trata de menores de edad, ellos no deben ni siquiera visitar este tipo de lugares. Son los padres de familia quienes deben buscar y supervisar que sus hijos se puedan reunir en casas y con diversiones sanas.

Es cierto que hoy la vida nocturna ha crecido enormemente, sobre todo en las ciudades grandes. Millones de jóvenes buscan lugares oscuros para divertirse, y en todo ello existe el riesgo de que a ellos se les encierre en la oscuridad de su egoísmo y en la indiferencia ante los problemas que hay en el mundo. El ambiente de muchos antros envía mensajes a los jóvenes de que la vida no tiene sentido, de que hay que consumir alcohol y que no hay que pensar. En muchos de estos lugares la música es tan ensordecedora que es imposible la conversación, las personas se aíslan unas de otras y se impide pensar. Sabemos que también en muchos de estos lugares se venden y consumen drogas. Todo se dispone para que las personas actúen por instintos y usando mínimamente su inteligencia.

Hay otros antros que son abiertamente bajos y denigrantes como los 'tables dances', donde las mujeres se exhiben como objetos sexuales en una atmósfera morbosa y lasciva. Imagino el dolor de un niño o un joven que sabe que su madre se gana la vida bailando en esos lugares. Basta pensar que hay mujeres y familias que sufren por estar involucradas en esos empleos tan vergonzosos y depresivos, para no pisar nunca uno de esos lugares y así no contribuir a aumentar ese dolor y esa humillación. Nadie que se llame cristiano debe frecuentar un 'table dance'. Es algo que duele al corazón de Dios.

Si a algunos jóvenes de tu parroquia les gusta frecuentar los antros, hay que preguntarse por qué lo hacen. Es necesario escucharlos, entenderlos. Muchos de ellos quizá los utilizan como un escape de sus problemas familiares. Quizá se sienten muy solos, y terminan dominados por el ruido del antro, creyendo que por estar en medio de la gente alivian su soledad, cuando en realidad son muchas las soledades que sólo bailan y no conversan.

Me parece importante que no les prohibas a esos jóvenes, tajantemente, ir a los antros, ni tampoco te enojes porque asisten. Te invito a formarles la conciencia sobre los peligros que hay en esos lugares y dejarlos que ellos decidan libremente. Pero también te exhorto a que busques crearles ambientes cristianos en la parroquia o en sus propias casas, donde puedan conocer otras formas de diversión en las que no haya necesidad de consumir alcohol ni de tener desenfrenos. Te propongo que los introduzcas en el servicio a las personas necesitadas. El mundo en que vivimos tiene heridas enormes: hay niños de la calle que necesitan atención, niños que son explotados, jóvenes que se drogan, millones de niños que son asesinados por el aborto, injusticias de todo tipo, ancianos que sufren soledad, enfermos mentales y una larga lista que son, como enseña el papa Francisco, las llagas de Jesucristo hoy en el mundo.

Dices que estudias el catecismo con los jóvenes, y está bien. Pero sólo te recuerdo que el estudio por el estudio de las cosas de Dios no funciona bien. El catecismo ha de llevar a los jóvenes a un encuentro con Jesucristo, a orar y a compartir experiencias de Dios. Luego ese encuentro con el Señor debe motivarlos a salir de la parroquia para aliviar necesidades que haya en el mundo.

Si logras entusiasmar a tus jóvenes con actividades alternativas a los antros, y si logras crear un ambiente de reflexión entre ellos y de entusiasmo por Jesús, entonces tus muchachos descubrirán que ir a los antros es algo enormemente aburrido, es perder el tiempo, y que en el encuentro con Jesús y en el servicio a los demás por amor a Él está la clave para vivir una vida enormemente apasionada e interesante. Pide a san Juan Bosco, patrono de los jóvenes, que te inspire; y a ellos, que los despierte.

miércoles, 14 de junio de 2017

De muchacho rebelde y ateo, a sacerdote

La Redención y sus efectos

Shane Sullivan es un hijo de familia irlandesa. Cuando tenía 15 años Shane decidió hacerse ateo, por rebeldía, para molestar a su profesor de religión. Pensaba que la fe católica estaba basada en un cuento de la Biblia que no había sido real, y que la fe nada tenía que ver son su vida.

Un día llegó a la parroquia de su pueblo el padre Bill Skerich, quien se hizo amigo de los jóvenes, y quien los animaba a enamorarse de Dios. Shane veía que sus amigos se hacían mejores personas debido a su relación con ese sacerdote, pero él tenía miedo de dejar sus diversiones para hacerse cristiano. Un día que no quiso ir al colegio, decidió ir a la parroquia. Llegó al templo que estaba vacío, y se sentó. Ni siquiera sabía orar. Al salir vio un cartel que lo invitaba a ir al seminario. “Yo puedo ser sacerdote” fue una idea que no lo dejó en paz.

Después de un proceso vocacional acompañado por un sacerdote, Shane decidió terminar la relación con su novia y entrar en el Seminario. Cuenta que rezando ante el Santísimo, cuando tenía ciertos temores por el sacerdocio, escuchó a Jesús decirle al corazón: “Si te estoy llamando a ser sacerdote, no te estoy llamando para hacerte infeliz”. A partir de ese momento el Señor le despertó –según cuenta él- un celo, una pasión y un deseo de entregarse más.

Debido al pecado original, los seres humanos tenemos dificultades para descubrir la verdad y hacer el bien. Le sucedió a Shane Sullivan durante su juventud y nos sucede también a nosotros. Sin embargo Dios le ofrece una medicina al hombre para salir de ese estado y darle salvación. La medicina de Dios se llama “Redención”. Este fármaco le devolverá al hombre su figura original y no sólo eso, sino que llevará al hombre hacia un estado más excelente. De ser un ateo rebelde, Shane Sullivan pasó a ser sacerdote.

Para sacar al hombre de su lamentable estado de pecado, ceguera e ignorancia, el Verbo de Dios tomó carne humana para redimir a la humanidad y reparar la culpa de Adán, es decir, el pecado original. Dios pudo haber perdonado al hombre su pecado, pero consideró mejor para el hombre, ponerlo en un estado para que él pudiera también reparar su culpa. Shane Sullivan, haciendo penitencia, pidiendo perdón por su rebeldía y sus pecados, hizo lo suyo para enmendar sus faltas.

Por Shane Sullivan quiso Jesucristo subir a la Cruz, en la cima del Calvario, para entregarse al sacrificio entero de sí mismo. Definitivamente el pecado de Sullivan no era proporcional a lo que hizo Jesús para repararlo. Por eso dice san Pablo: donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia. (Rom 5,20).

Si Adán, Shane Sullivan y todos los hombres pecamos por desobediencia y soberbia, Jesús reparó con lo contrario: con obediencia y humildad, solamente por amor, hasta morir en la cruz. Y así como Adán fue arrastrado a la culpa por Eva, su mujer, en la Redención intervino otra mujer, la Nueva Eva, la Virgen María, la Inmaculada Madre del Redentor, para cooperar, aunque de manera secundaria, en la obra de la Redención. Detrás de la conversión de este sacerdote irlandés y de la conversión de los pecadores más obstinados, está la poderosa intercesión de la Madre de Dios, a quien llamamos 'Refugio de los pecadores'.

El Padre Celestial, que tiene un Hijo igual a sí mismo, nos lo dio y lo sacrifica por nosotros para devolvernos la vida perdida por el pecado: “Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Único para que todo el que crea en él tenga vida eterna” (Jn 3,16). El Hijo aceptó la misión que se le confió y su vida fue un continuo sacrificio que culminó en el Calvario, inspirado por el amor que nos tiene. Vivan en el amor, a ejemplo de Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros, como ofrenda y sacrificio agradable a Dios. (Ef 5,2)

Y para completar la obra de la Redención nos envió Jesús al Espíritu Santo, la tercera Persona de la Trinidad, amor del Padre y del Hijo, para derramar la gracia divina en nuestros corazones y las virtudes, especialmente la caridad, para que podamos gozar de su presencia, sus dones y su persona. (Rom 5,5).

Shane Sullivan, además de haber sido redimido por Cristo, tuvo de Dios lo que se llaman ‘gracias actuales’, es decir, ayudas divinas que mueven la inteligencia, la voluntad, los propósitos de ser mejores. Fue la llegada de un sacerdote que hizo amistad con los jóvenes de la parroquia, fue un letrero que invitaba a ir al Seminario, fueron los consejos de sacerdotes y la oración, lo que movió el corazón de Sullivan para convertirse y entregar su vida al sacerdocio.

¿Es un santo Shane Sullivan? Por supuesto que no. Sin embargo la redención traída por Cristo le ha dado la fuerza para vencer sus pasiones desordenadas, para crecer en la humildad, para vivir más vigilante para no caer en tentación y vivir siguiendo al Señor.

La Redención nos ha traído innumerables gracias a todos. Por ella se nos perdonaron los pecados, experimentamos a un Jesús que está vivo y nace la esperanza de alcanzar la vida eterna. Como Shane Sullivan, nosotros también podemos alcanzar todas las gracias que necesitamos para llegar un día a la Casa del Padre. Gocémonos pues, con tener a Jesucristo como nuestro redentor y pongamos en él toda nuestra confianza.

miércoles, 7 de junio de 2017

Confesionario sin absolución: mi hermano se cambia de religión

La pregunta: Padre, buenos días, necesito un consejo. Somos de una familia católica activa, de oración, comunión y servicio. Uno de mis hermanos me llamó para invitarme a su 'bautizo' por otra religión. Le dije que me daba gusto que reconociera a Dios como su guía y salvador, pero también le dije que no me parecía que recibiera otro bautismo, cuando él ya había sido bautizado como católico. Como su hermana, creo que tenía el deber de decírselo. Le dije que no podía acompañarlo, no recuerdo qué pretexto le puse, pero siento que si lo hubiera acompañado le hubiera fallado a mi fe y a mi Iglesia por ser cómplice de algo que mi hermano no debió hacer. Sin embargo siento el remordimiento porque es mi hermano de sangre y a veces creo que debí acompañarlo. Si me pudiera dar alguna orientación, padre, se lo agradezco.

Padre Hayen: hiciste bien en no acompañar a tu hermano a su supuesto bautismo. Si lo hubieras acompañado le habrías enviado el mensaje de que las religiones son relativas, y de que no importa en cuál te bautices, lo importante es que aceptes a Jesucristo como el Salvador. Estamos de acuerdo en que lo más importante es aceptar a Jesús como el Salvador, pero no es menos importante ser bautizados en la única Iglesia que Jesús fundó.

Los católicos creemos que la plenitud de los dones que Cristo quiso para su Iglesia subsisten en la Iglesia Católica, y que los otros grupos cristianos rechazan la plenitud de la verdad revelada por Cristo. Ellos sólo aceptan el principio de que basta la fe en Jesús y la guía de la Biblia para salvarse, lo cual no es del todo correcto. Es cierto que Jesús es el único Salvador del mundo, pero también es cierto que la Sagrada Escritura no puede ser la única guía para salvarse.

La Escritura entregada a los hombres para su libre interpretación conduce a innumerables errores interpretativos y a la pérdida de la unidad de la Iglesia. Cuando en la historia se empezó a aplicar ese principio erróneo de 'sólo la fe y sólo la Biblia', empezó una división entre luteranos y calvinistas, y desde entonces se ha ido fragmentando el cristianismo protestante en innumerables comunidades, muchas de ellas con doctrinas contradictorias entre sí. ¿Es esa la voluntad de Jesucristo?

Jesús, en la Última Cena, antes de entregarse a la muerte, rogó al Padre por la unidad de su Iglesia: "Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste" (Jn 17,21). Si la voluntad del Señor es no dividir a la Iglesia, sino mantenerla unida en una misma fe y en un mismo bautismo (Ef 4, 4-5), tú, al no acompañar a tu hermano a su inserción a una comunidad cristiana fuera de la Iglesia Católica estás ayudando a Cristo a no dividir más a la Iglesia fundada por él.

Trata a tu hermano con todo tu cariño y hazle saber que lo amas como persona, pero también, porque lo quieres, condúcete con la firmeza de la verdad por delante: separarse de la Iglesia Católica para integrarse a comunidades evangélicas, las cuales no son Iglesia (Iglesia sólo es la que celebra válidamente la Eucaristía), es lacerar el Cuerpo de Cristo, pero también es arriesgar la salvación anunciada por Él. Tu negativa de participar en el bautismo de tu hermano es, en realidad, un acto de amor a Cristo y a tu hermano. A veces, hija, el amor duele.

Un último consejo: no discutas ni te metas en dimes y diretes sobre religión con tu hermano. Conoce tu fe católica y está dispuesta siempre a dialogar con él para darle razones de por qué eres católica, pero no te enfrasques en alegatos donde puedan salir lastimados. Y, por supuesto, ofrece a todos testimonio de un cristianismo alegre y servicial, que para hacer creíble que somos discípulos de Jesús lo más importante es el amor concreto que nos manifestemos unos a otros, aunque éste, a veces, no pueda aplaudir lo que otros hacen. Que Dios ilumine tus pensamientos y la Virgen María, Madre de la unidad de la Iglesia, te sostenga en tus luchas.

(Las confesiones con absolución se dan en las parroquias; aquí sólo consejos y sin revelar nombres. Puedes escribir, de manera breve, en un mensaje privado a mi cuenta de Facebook/Messenger : Eduardo Hayen Cuarón; o en Twitter: @padrehayen)

Nuestros cuerpos sufrientes

A medida en que pasan los años nos vamos haciendo personas más vulnerables en nuestra dimensión física. Aparecen nuevas dolencias, se manifi...